Microrelatos

Fascinación

Foto: Susi Rodríguez

Foto: Susi Rodríguez

Tiene la cabeza llena de ideas que bajan en cascada hasta sus pies formando remolinos al caer. Desde que sale el sol hasta que se pone nota la dichosa prisa en su interior. Esa especie de temblor interno. Esa inquietud apresurada. Ese peso en el esternón justo encima del estómago.

Quiere salir a la superficie pero no puede. Se debate a muerte contra sus pensamientos opuestos. La mente le gasta bromas. Le tiende la mano, le marca el sendero y luego sale huyendo despavorida cuando algún sentimiento se descarría. Y no encuentra el camino de regreso.

Quiere tomar nota del hilo de sus arguentos y colgarlos por escrito en la pared.

Quiere hacer un dibujo gigante con carreteras, senderos, paisajes, luces y colores.

Quiere salir a respirar oxígeno pero no se atreve a moverse. Se marea. Cierra los ojos. Se tumba en la cama. Casi se queda dormida pero cuando está cerca de las manos de morfeo un sobresalto la arranca de la dulzura esperada.

Tiene miedo. Se siente débil. Impotente. Le da rabia ser débil.

Las voces de su cabeza no callan nunca. Ni de noche ni de día. Susurros imperceptibles. Serpientes en la boca de un pozo negro.

Un niño vomita mierda en sus pesadillas.

Al borde del abismo se pregunta cuanto durarán las ráfagas de miedo avasallador.

Teme por su lucidez. Se ha desdoblado completamente. Sus dos mitades flotan en el espacio sin poder tocarse.

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Ansia

Foto: Susi Rodríguez

Segur de Calafell (Catalonia)

Sólo faltan unas horas para que extinga el plazo. La luz concede una tregua ficticia a esta tarde de domingo donde cualquier cosa es posible.

Un hombre y una mujer viajan en un coche descapotable a la luz de una puesta de sol. Suena música sugestiva en la radio. Se suceden imágenes de un paisaje precioso que se va transformando con el crepúsculo. Sus miradas cómplices se cruzan risueñas. Una ráfaga de viento cálido les acaricia el rostro y agita sus cabellos. Sus respiraciones pausadas y acompasadas parecen suceder al unísono. La sensación de paz es tan grande que casi se puede tocar con los dedos. El viaje se acaba delante de una cabaña de madera rodeada de césped recién cortado.

– “Vale grupo! Podéis ir abriendo los ojos lentamente. La clase se ha acabado. El próximo día seguiremos explorando la imaginación colectiva.”

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Espejo

Siento el corazón galopante.

Noto la respiración acelerada.

Presagio la Inquietud.

Una oleada de conmoción me transporta al miedo de juzgar mi aspecto.

Veo un rostro que podría ser el de cualquiera y percibo desasosiego y angustia en esos ojos que me miran.

Advierto inseguridad y dolor.

Tengo ganas de consolar a esa mujer que me conmueve hasta llegar a la compasión.

Ojalá pudiera sentir la grandeza de su alma.

Ojalá pudiera mentirle para que se sintiera especial, querida, atendida, comprendida y segura.

Pero mis artes no valdrán con ella porque soy yo misma desdoblada en un espejo que no se deja persuadir.

Me arden las mejillas y una sensación de ahogo da vueltas alrededor de mi cuello.

Pero sé que me quedan pocos minutos para seguir compadeciendo a esa persona que me habita.

En unos minutos habré escrito sin censuras lo que siento y me transformaré en la madre-esposa-profesional perfecta que los de más perciben en mi.

Y mi sonrisa iluminará los rostros de cada persona que se cruce en mi camino cuando me aleje del espejo.

espejo04

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Sentimientos

Foto: Susi Rodríguez

Foto: Susi Rodríguez

Tranquilidad y agradecimiento cuando me das ánimos. Cuando me dices una sola palabra para sacarme del encierro de mí misma. Apoyo moral. Alegría al verte. Aire renovado que me traen tus pensamientos. Paz cuando me escuchas y también consuelo. Momentos de sosiego indescriptible que son un regalo. Bienestar. Ganas de abrazarte fuerte para respirar tu olor y sentir tu corazón paciente. Calor en las mejillas. Armonía. Conexión invisible. Gestos de cariño y comprensión. Tanto amor que me asusto y me escapo para no fundirme contigo. Respeto. Autenticidad. Mirada brillante. Entrar en tu mente. Dejarte entrar en la mía. Compañía.
Silencio latiendo

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Trocitos de amor

pajaro

Pájaro

Como si fuera el último pajarito en el invierno del mundo busca las migas de pan que alguien deja en una ventana de vez en cuando.
Está tan concentrado en las migas que se olvida de quien es, porque se sabe pequeño e insignificante aunque sepa volar.
Detrás de la ventana hay un niño que se queda absorto cada vez que el pájaro viene a visitarlo. Su simple presencia le despierta un sentimiento de sorpresa que se parece mucho a la alegría.
En el mismo edificio vive un lobo solitario con sus lobeznos. Como le han dicho que los lobos no tienen sentimientos se pasa el día gruñendo y cree que hace lo correcto.
Los lobeznos, a veces, miran al pájaro con la certeza de que un día, cuando menos se lo espere, se lo comerán.
A pocos metros,  una anciana adorable hace mermelada de moras que ha recogido en el bosque. Su casa huele a pastel recién horneado, a chocolate y a canela.
Hoy la abuela ha invitado a merendar a la familia de lobos, que han rechazado la invitación porque han desconfiado de las intenciones de la señora.
– No os fiéis nunca de las ancianas adorables- les ha dicho el lobo a los suyos.
Ella piensa que con buenas palabras los lobos acabarán entendiendo que no se puede vivir siempre al acecho. Si pudieran aprender a confiar.. todo sería más fácil.
El niño, que tiene la ventana de su cuarto abierta porque aún es verano, ha olido el pastel de su abuela y ha bajado corriendo a su casa para merendar con ella.
Pero antes de marcharse se ha llevado las miguitas de bizcocho que han quedado desperdigadas por el mantel de cuadros rojos que han puesto sobre la mesita del comedor.
El niño sabe que el pájaro, más temprano que tarde, volverá a su ventana a probar el pastel delicioso que cocina tan bien su abuela.
Pero el pájaro, con lágrimas en los ojos y al borde de la desesperación, se ha subido a un rascacielos para tirarse de cabeza contra el asfalto. Hace días que no encuentra migas en aquella ventana que solía estar llena de comida y se siente muy solo.
En la caída libre hacia su salvación, cuando se ha dejado ir y ha olvidado su pequeñez, ha abierto las alas y ha llegado sin darse cuenta a la ventana donde alguien le había dejado unas miguitas especiales llenas de cariño.
Moraleja: todos llevamos dentro una alma libre que sabe volar, un niño que le deja migas de vez en cuando, un lobo que no se fía de nadie y una anciana llena de sabiduría que sabe entender la lobo, querer al niño y dejar volar al pájaro.
Ah! y hacer pasteles…

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