El día no tenía prisa por asomar detrás de las montañas aquella mañana de invierno.
Las cuatrocientas personas que se habían reunido para participar en aquel evento esperaban en silencio la llegada del amanecer.
El fotógrafo se había subido a una palmera para plasmar el instante desde una altura que permitiera inmortalizar los cuerpos desnudos de los asistentes tumbados en la arena en posiciones distendidas.
La agencia de imágenes había sido clara con el encargo. Necesitaban una imagen publicitaria para una empresa de refrescos que tenía que causar impacto emocional a nivel planetario. Para conseguirlo, el departamento de márquetin y publicidad estaba dispuesto a pagar cualquier precio.
La agencia le presentó el proyecto al fotoperiodista más cotizado del mundo, que aceptó encantado el compromiso de encargarse personalmente de todos los detalles.
La campaña publicitaria tenía que aparecer en todos los medios a principios del verano pero había que tener el material editado antes de la primavera.
No resultó difícil encontrar figurantes para la Mise-en-scène que pretendía crear el célebre artista. Un simple anuncio en internet saturó el servidor de la agencia a los cinco minutos de ser publicado.
Los requisitos para participar no eran muy exigentes. Servía cualquier adulto que no tuviera reparos en posar desnudo para una foto. La edad, el peso, el sexo, la apariencia física o la experiencia previa no eran condiciones excluyentes.
Habían quedado a las cinco de la mañana en una playa paradisíaca que habían dividido en tres zonas para agilizar los preparativos. Los organizadores habían repartido una bolsa de plástico con el nombre de cada participante para que fueran dejando dentro su ropa y todas sus pertinencias.
El director artístico había ido dando las instrucciones necesarias hasta que consideró que todo el mundo estaba en la posición correcta y perfecta para tomar la foto en el momento exacto de la salida del sol a las 7:05 h.
Eran las 7 en punto de la mañana cuando una gran masa de agua que se desplazaba vertiginosa hacia la costa barrió de un plumazo la escena.
El sol salió exactamente a la hora prevista saludando radiante el nuevo día.
Unos meses más tarde, un prosista africano escribió una novela negra inspirada en aquella tragedia desconcertante y asombrosa. Su obra llegó a las listas de las novelas más vendidas de todos los tiempos en todo el mundo porque había causado un impacto emocional intenso a nivel planetario.
